Ilustración del acercamiento al planeta rojo. - IMCCE-CNR
En apariencia, el Sistema Solar es un ejemplo de estabilidad. Los planetas siguen sus órbitas imperturbables y su comportamiento futuro es predecible. Pero las apariencias engañan. Hace 20 años, el astrónomo francés Jacques Laskar demostró que estos movimientos son caóticos.
En un artículo en Nature, Laskar y Mickael Gastineau han avanzado en la comprensión de este caos orbital y han llegado a calcular que en los próximos 5.000 millones de años una colisión entre alguno de los planetas interiores del Sistema Solar es posible. El dato no es alarmante. Sólo en un 1% de los casos el desorden planetario llevaría al desastre.
Pese al reducido tamaño de Mercurio, las simulaciones informáticas señalan a este planeta como el principal sospechoso de subversión del orden establecido. En un pequeño grupo de las futuras trayectorias posibles para este planeta, Mercurio quedaría atrapado en resonancia con Júpiter.
Este fenómeno consiste en que la influencia gravitatoria del planeta gigante sobre el más pequeño se amplificaría y acabaría por aumentar la excentricidad de la órbita de Mercurio hasta hacer que se cruzase con la de Venus.
En otros casos, el incremento en esta excentricidad afectaría a otros planetas internos que acabarían con la expulsión de Marte del Sistema Solar o el choque de la Tierra con Mercurio, Marte o Venus. Tras la desestabilización de Mercurio, el cataclismo tardaría en llegar menos de 100 millones de años.
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