A 87 mil kilómetros sobre la superficie de la Luna, un circuito se cerrará y dos bólidos metálicos se distanciarán. El más pequeño, de tres cuartos de tonelada, dará media vuelta para frenar un poco su viaje. El más grande, 2.3 toneladas de metal, seguirá su trayectoria a toda velocidad. Nueve horas y 40 minutos más tarde, este proyectil chocará contra la Luna a 9 mil kilómetros por hora. La explosión resultante lanzará al espacio 350 toneladas de roca y arena, formando una pluma de diez kilómetros de alto y dejando en el cráter un agujero de 28 metros de diámetro por cinco de profundidad.
El estallido y sus consecuencias serán observados por el segundo bólido, que siguiendo la misma trayectoria del primero, chocará contra la Luna cuatro minutos más tarde. Esta segunda colisión arrojará al espacio 150 toneladas de detritos. Desde la Tierra y desde el espacio, toda clase de instrumentos estarán apuntando al sitio de la explosión, elegido con precisión de un kilómetro, recogiendo toda la información posible para tratar de encontrar entre los residuos las huellas delatoras de la presencia de agua.
El recuento está lejos de ser ficticio: es el modo concreto en que la nave LCROSS, siglas en inglés de Satélite de Observación y Detección de Cráter Lunar
un cohete Atlas despegó desde Cabo Cañaveral en la primera misión de la NASA a la Luna en más de una década.
Dentro de su figura esbelta el cohete llevaba dos misiones. La más ambiciosa desde el punto de vista científico la constituye el LRO, siglas de Orbitador de Reconocimiento Lunar, un satélite provisto de siete instrumentos científicos que mapeará con detalle sin precedentes toda la superficie lunar, incluyendo las regiones polares, más desconocidas.
“Tenemos mapas de Marte mucho mejores de los que tenemos de nuestra propia Luna”, comentó Craig Tooley, el encargado del proyecto LRO.
Los dos artefactos, que se separaron poco después del lanzamiento, deben llegar a la Luna en unos cuatro días, pero luego cumplirán misiones distintas. LRO se pondrá inmediatamente en una órbita de servicio alrededor del satélite para luego instalarse en una órbita más estable a 50 kilómetros sobre la superficie, antes de comenzar a cartografiarla.
Entre sus equipos, el orbitador LRO tiene cámaras, detectores infrarrojos y un altímetro láser. Lo más peculiar es un telescopio que tiene... ¡piel humana sintética! La idea es evaluar hasta qué punto las radiaciones en el espacio son capaces de afectar la salud de futuros astronautas.
Las cámaras de última generación del LRO son capaces de ver objetos de 50 centímetros de ancho, y será usadas para evaluar medio centenar de sitios potencialmente aptos para que misiones futuras alunicen.
La misión LRO, que costó 504 millones de dólares (contra sólo 79 millones de la parte LCROSS), hará prospección minera, mapas de temperatura, de insolación y sobre todo la topografía.
“Ademas de identificar las alturas y profundidades de la Luna, también veremos las pendientes, tan críticas para poder alunizar con seguridad”, dijo Mike Wargo, principal científico lunar en la división de exploraciones de la NASA.
Pero además las exploraciones de LRO ayudarán a los expertos a decidir qué cráter específico del polo sur lunar se convertirá en blanco del doble bólido del proyecto LCROSS.
Éste está formado en los hechos por la etapa de propulsión agotada de un cohete Centaur y por la propia nave guía, que después de orientar a la masa más grande hacia el sitio deseado y capturar las incidencias de su colisión, seguirá la misma vía en una misión kamikaze que la destruirá.
“Haremos algo de prospección lunar, digamos, al estilo excavación”, dijo Dan Andrews, administrador del proyecto.
La agencia espacial espera literalmente que la parte impactante de la misión sea un “éxito aplastante”, y complementó este poco común toque de humor acompañando a la misión con... una canción: “Agua en la Luna”, escrita y ejecutada por John Marmie, un ingeniero que compone y que alguna vez pensó dedicarse a la música.
La ciencia espera:
El primer año de trabajo del LRO, en órbita polar a 50 kilómetros sobre la superficie de Selene, quedará bajo los auspicios del Directorado de Sistemas de Exploración de la NASA. La sonda trazará mapas de temperatura día-noche, una retícula geodética, imágenes de alta resolución en color, el albedo lunar en el ultravioleta y más.
Pero como los equipos están armados sobre el conocimiento adquirido en muchas misiones anteriores, pasado el año se pasará el control al Directorado de Ciencias, que operará el LRO dos o tres años más.
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