En el verano del año 2007, durante una expedición a las Bahamas, un equipo de científicos realizó un descubrimiento inusual. Sobre el lecho marino, a una profundidad de 610 metros, un submarino dirigido por control remoto grabó en vídeo lo que según la descripción de uno de los investigadores (Mikhail V. Matz de la Universidad de Texas) era una “bola sin cerebro, sin ojos y sin color, cubierta completamente por barro”.
Lo que es más, los investigadores descubrieron que estas bolas, que medían 2,5 centímetros de diámetro aproximadamente, parecían dejar rastros sobre el fondo marino, como si de algún modo consiguieran rodar sobre él por sus propios medios.
Ahora, en un trabajo publicado en Current Biology, el doctor Matz y sus colegas han descrito su hallazgo en términos más científicos: se trata de una ameba gigante del género Gromia, un envoltorio transparente de protoplasma con un núcleo relleno de agua que le ayuda a mantener su forma esférica. Y los investigadores afirman que la criatura realmente rueda, empujándose a si misma mediante la exudación de pequeñas porciones de protoplasma a través de unas aperturas en su superficie que se pegan sobre el lecho marino y gracias a las cuales consumen nutrientes.
Pero esta bola de golf viviente autopropulsada es más que una curiosidad. Los investigadores cayeron en la cuenta de que sus rastros eran muy similares a los surcos hallados sobre lecho marino fósil datado hace más de 550 millones de años. De modo que la ameba rodante arroja dudas sobre el entendimiento que los científicos tienen sobre el modo en que la vida en la Tierra se diversificó.
Muchos científicos habían argumentado que los organismos multicelulares que tienen dos hemisferios simétricos surgieron antes de la explosión de diversidad que se dio en el período Cámbrico, hace 542 millones de años. Uno de los mejores argumentos que tenían para hacer esta afirmación era precisamente la de los rastros fosilizados encontrados en el lecho marino, ya que parecía claro que solo una criatura compleja y de simetría bilateral, podría maniobrar por sus propios medios dejando esa clase de surcos.
Pero ahora aparece este organismo Gromia, que es unicelular y no tiene simetría bilateral, y que aún así deja rastros muy similares. Tal y como sostiene el doctor Matz: “realmente este es un duro golpe para la escuela de pensamiento que sostiene que los animales evolucionaron de forma lenta antes del Cámbrico”.
A Ball on the Seafloor Casts Doubt on Views of How Life Diversified (autor Henry Fountain)
FUENTE
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