Fue descubierta por los esposos Jean Fréderic Joliot e Irene Joliot Curie tras bombardear núcleos de boro y aluminio con partículas alfa.
Observaron que las sustancias sometidas emitían radiaciones aun después de retirar el cuerpo radiactivo emisor de las partículas de bombardeo.
Los Beneficios
El estudio de la radiactividad permitió un mayor conocimiento de la estructura del núcleo atómico y de las partículas subatómicas.
Se abrió la posibilidad de convertir unos elementos en otros. Incluso el sueño de los alquimistas de transformar otros elementos en oro se hizo realidad, aunque no resultara rentable.
En el campo de la salud la radiactividad ha demostrado ser una terapia anti cáncer ya que destruye las células tumorales y evita su proliferación dentro del organismo, aunque sus efectos colaterales son muy agresivos.
El lado Obscuro
Los daños de la radiactividad sobre la salud son complejos, ya que dependen de la dosis absorbida por el organismo.
Como no todas las radiaciones tienen la misma nocividad, cada radiación absorbida se multiplica por un coeficiente de ponderación, para tener en cuenta las diferencias.
Esto se llama dosis equivalente, que se mide en sieverts, mientras el becquerel mide de manera errónea la peligrosidad de un elemento puesto que considera idénticos los tres tipos de radiaciones (alfa, beta y gamma).
Una radiación alfa o beta es relativamente poco peligrosa fuera del cuerpo.
En cambio, lo es mucho cuando se inhala.
Por otro lado, las radiaciones gamma son siempre dañinas puesto que se les neutraliza con dificultad.
El blanco principal de la radiación es el ADN: provoca lesiones de nuestro patrimonio genético que pueden conducir a la aparición de mutaciones responsables de un cáncer.
Por encima de 100 milisieverts, el riesgo de aparición de un cáncer es directamente proporcional a la dosis recibida Sin embargo, no se tiene ninguna certeza para las dosis inferiores a este umbral (las irradiaciones más frecuentes).
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