Aunque en el espacio la fuente de energía más utilizada es la procedente del sol –que es captada por paneles solares montados en sondas, satélites o en la Estación Espacial– ésta no es apropiada para todas las misiones. Por ejemplo, no sirve para misiones en las que el vehículo espacial se aleja demasiado del sol o se dirige a lugares donde éste no llega, como cráteres profundos en planetas y satélites.
Para estos últimos casos la NASA venía utilizando “baterías atómicas” o más correctamente generadores termoeléctricos de radioisótopos (GTR, o RTG por su siglas en inglés), que producen energía a partir del calor producido debido a la desintegración radiactiva de algún tipo de combustible nuclear. La obtención de electricidad a partir del calor se consigue con termopares.
Este tipo de generadores eléctricos también se ha utilizado masivamente en el pasado en instalaciones remotas sin personal, como los faros rusos del ártico.
Sondas como las míticas Voyager 1 y 2, entre otro par de docenas desarrolladas y lanzadas principalmente a lo largo de los años 70 y 80 –aunque también más recientemente, como el caso de la Cassini–Huygens, lanzada hacia Saturno en 1997– utilizaban este tipo de fuentes de energía.
En todos los casos la NASA ha utilizado Plutonio-238, un subproducto resultante de la fabricación de Plutonio-239, destinado a armas nucleares sobre todo y, en menor medida, centrales eléctricas. Mientras que el Plutonio-239 tiene una vida media como elemento activo de 24.100 años, el Plutonio-238, más amistoso, permanece activo durante unos 88 años y resulta ideal como combustible para los GTR. Un gramo de Plutonio-238 generar medio vatio de potencia.
Así que el combustible utilizado para ampliar los horizontes de la investigación humana en el espacio era una consecuencia de la guerra en la Tierra.
Una esfera de Plutonio-238 incandescente debido a la energía en forma de calor producida por la desintegración radiactiva.
Imagen: Departamento de Energía de los EE UU.
Pero actualmente tras el enfriamiento de la Guerra Fría la limitación de la producción de Plutonio-239 colateralmente ha cesado la producción de Plutonio-238 y la NASA anuncia que se queda sin combustible, literalmente, lo que amenaza la continuidad de las futuras exploraciones espaciales.
Los últimos kilos utilizados por la agencia espacial se los había comprado a Rusia, pero al parecer este país también ha consumido prácticamente sus últimas reservas. Ahora los científicos de la NASA dependen de que el Congreso de aquel país apruebe los fondos y permisos necesarios para reanudar la producción de Plutonio-238, algo que de momento no han conseguido.
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