Moszy es africano, tiene 18 años y llegó a Tenerife en una de las tantas balsas con inmigrantes que naufragan en las costas españolas en busca de una vida menos apremiante. Pero Moszy tiene una particularidad que lo distingue de los otros 60 subsaharianos que lo acompañaban en el viaje: es negro, pero es blanco. En realidad es albino. Y por eso pide asilo, ya que, asegura, en su país su cuerpo es codiciado para rituales de brujería.
La piel de Moszy es casi transparente debido a la ausencia total de melanina, la sustancia que le da color. Tras llegar a la playa de La Tejita, en el municipio de Granadilla, ahora se encuentra en uno de los centros de internamiento de inmigrantes desde hace una semana.
Ya realizó un pedido para que le concedan asilo político porque afirma que de donde proviene su vida corre peligro. "Mi cuerpo es codiciado para utilizarlo en rituales de brujería", explica.
Más allá de las dificultades de salud que enfrentan los albinos africanos debido a la intensa radiación ultravioleta en esa zona del planeta, deben afrontar inconvenientes mayores: la discriminación de sus compatriotas y las supersticiones locales.
Allí se los suele perseguir y asesinar como consecuencia de la creencia de que están hechizados y de que sus órganos pueden atraer la riqueza. Según cuenta Moszy, se hacen auténticas barbaridades con el cuerpo de los albinos: los dedos son utilizados como amuletos y con su sangre se elabora el 'muti', una bebida que preparan los brujos locales con la creencia de que trae fortuna.
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