África todavía non ha logrado ningún auge económico. Las crisis políticas internas, atizadas a menudo desde fuera, y las cuantiosas deudas son los do grilletes que la tienen atada a su pobreza. Por eso África está completamente entregada a los nuevos señores del mundo, dependiente, podría decirse colonizada. Ahora bien, en comparación con los antiguos colonialistas, que en sus antiguas colonias construyeron al menos unas exiguas infraestructuras, los nuevos señores del mundo no muestran el menor interés por ellas.
Tan sólo están ocupados en la explotación de las materias rimas y en los mayores beneficios posibles que puedan obtener de sus negocios en el menor tiempo posible.
Uno de estos negocios es la exportación de basura atómica. De este negocios y sus repercusiones en el desarrollo de África nos vamos a ocupar ahora. Ha sido como un trueno en un cielo sereno.
Apenas dos semanas después del Protocolo de Kioto sobre la reducción del efecto invernadero y poco después del Día de la protección Civil, publicó el UNEP (United Nations Environment Programme ), el Programa de la ONU para la protección del medioambiente. Su informe sobre las consecuencias del tsunami del 26 de diciembre de 2004.
Los aproximadamente cien Ministros de Medioambiente que del 21 al 25 de febrero de 2005 participaron en Nairobi en el Foro Mundial para el Medioambiente del UNEP tuvieron que oír el 22 de febrero de 2005 una información preocupante de la boca de su presidente, Klaus Töpfer: El tsunami no sólo había dejado en las costas de Somalia desechos normales sino también nucleares. Muchas personas de las zonas afectadas por el tsunami padecen problemas extraordinarios de salud. Según el informa de UNEP, se trata de infecciones agudas de las vías respiratorias, hemorragias intestinales, reacciones “químicas” atípicas de la piel y muertes repentinas.
el pais.com
Residuos nucleares almacenados a lo largo de la costa
Para muchos participantes, los datos del informe de UNEP eran inauditos. Mas no para el UNEP. En la página 134 del informe, cuyo título en alemán reza «Nach dem Tsunami – Erste Umwelteinschätzungen» (Después del tsunami – Primeras estimaciones para el medioambiente), se dice que Somalia es uno de los numerosos países subdesarrollados que desde los años ochenta recibió innumerables cargamentos de residuos nucleares y otros desechos tóxicos y los almacenó a lo largo de la cosa. Se contaron, entre otros, uranio, cadmio, plomo y mercurio.
Naturalmente, no faltaron las reprimendas para los culpables, sin nombrarlos expresamente: se trataba de una violación de los convenios internacionales sobre la exportación de semejantes desechos a Somalia, y era éticamente cuestionable que pudieran establecerse semejantes convenios con un país sacudido por la guerra civil. La indignación del UNEP parece justificada. Pero la interrogante se mantiene abierta de que: si desde los años ochenta se han dado esos casos, ¿por qué no ha tomado el UNEP medidas más enérgicas antes? Como se trata de un periodo de 25 años, ¿es posible que el UNEP no supiese nada?
“Es imposible hablar con el personal del UNEP que está en Nairobi. Sus comentarios son: No sabemos nada, luego nos ocuparemos de eso”, pretextaban las autoridades del distrito somalí de El Dehere. Según el periodista italiano Massimo Alberizzi, se hicieron llegar tanto a la ONU como a la UE, numerosas quejas sobre las consecuencias para los seres humanos y el medioambiente del almacenamiento descontrolado de residuos nucleares y tóxicos en Somalia.
Hasta ahora nadie se ha movido allí. Si no por las quejas de un Estado africano pobre y deshecho, ¿por qué se cerraron los ojos ante el hecho de que en la década de los ochenta numerosos Estados industriales ofrecieran a los gobiernos de los países pobres sumas ingentes por el almacenamiento de su basura nuclear? Entre los Estados africanos, los preferidos entonces para este fin fueron , además de Somalia, también Guinea-Bissau, Nigeria y Namibia. Las Naciones Unidas no se manifestaron hasta después del escándalo del barco sirio “Zenobia”, que en 1988 transportaba unas 20,000 toneladas de residuos nucleares y durante meses estuvo buscando un puerto para poder descargarlas. En 1989 la ONU convocó la Convención de Basilea para el control de las rutas de los residuos nucleares. Los ecologistas protestaron.
Según ellos, el control de las rutas de la basura atómica no significaba impedir su embarque para el Tercer Mundo. Así ocurrió por primera vez en 1995, cuando a la Convención de Basilea se le añadió un apéndice por el que a los Estados miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, más conocida por sus siglas inglesas OECD, se les prohibía exportar residuos tóxicos a los Estados que no pertenecían a la OECD. Pero esta oposición chocó con la oposición de los EE. UU. Washington se negó a firmar el artículo adicional de la Convención de Basilea.
Por lo que respecta a otros productores de residuos, buscaron rodeos para deshacerse de su basura nuclear. La empresa ODM de Lugano incluso señalaba en Internet los mejores sitios para el almacenamiento de desechos nucleares. Se prefirió la Somalia sacudida por la guerra civil. Parece que Giorgio Comerio, director de la empresa ODM, ofreció a un tal Ali Mali un millón de dólares USA para depositar estos residuos en el nordeste de Somalia.
Ilaria Alpi y Miran Hrovatin, dos periodistas italianos, intentaron averiguar algo más de tales negocios. El 18 de marzo de 1994 llegaron a la ciudad somalí de Bosasso, entrevistaron a un funcionario local y el 20 de marzo de ese mismo año, tan sólo unas horas antes de que pudieran enviar telefónicamente su informe a la RAI , fueron asesinados en plena calle en Mogadiscio por un comando asesino.
Occidente gana miles de millones
Para Massimo Alberizzi, su compañero del «Corriere della Sera», no existe la menor duda: El comercio con los residuos nucleares y otros tóxicos que llegan a Somalia se encuentra en manos del crimen organizado. Pero también parecen estar implicados intereses más altos. Massimo Scalia, el presidente de una comisión de investigación del Parlamento italiano, dijo a la agencia Inter Press Service que Italia gana solamente en el comercio de los residuos atómicos siete mil millones de dólares USA.
Tan sólo en el año 2001 se embarcaron para África 600.000 toneladas de desechos nucleares. Somalia no era el único destino. También estaban previstos Zaire, Malawi, Eritrea , Argelia y Mozambique. Dada la envergadura del embarque ilegal de basura atómica desde Europa, el UNEP intentó actuar. Moustapha Tolba, a la sazón director ejecutivo del UNEP, protestó ya en septiembre de 1992 ante los gobiernos italiano y suizo y exigió poner fin a la exportación de residuos a África. El entonces Ministro de Medioambiente italiano, Carlo Ripa de Meana, afirmó que ninguna empresa italiana participaba en semejantes negocios. Y en eso se quedó.
Los negocios con la basura nuclear continuaron, mientras tanto, a gran escala. Desde Somalia llegaron indicios de que el depósito de residuos nucleares de Obbia estaba custodiado por “soldados extranjeros” y no por la milicia somalí. Según una fuente fiable, los franceses y los usamericanos dieron ya luz verde en los años ochenta para la construcción de un almacén de residuos nucleares en esta región. También el señor de la guerra somalí, general Morgan, que opera en el sur de Somalia, afirma que varios representantes extranjeros lo habían visitado en Nairobi para comprar su autorización para el depósito de residuos nucleares, lo cual rechazó, como ha dicho.
El silencio de la UNEP
Pero los representantes del lobby nuclear siguieron presionando. Según algunas afirmaciones, ellos fueron los que impidieron el rápido fin de las conversaciones de paz entre los partidos de la guerra civil somalí.
Bajo esta presión se hallaba también el UNEP- Johannes y Germana von Dohnany afirman en su libro «Schmutzige Geschäfte und Heiliger Krieg.Al-Qaida in Europa» (Los negocios sucios y la guerra santa de Al Qaeda en Europa), publicado en 2002, que el UNEP depende de los medios financieros que proporcionan cada dos años los Estados miembros. Por eso, según ellos, sería demasiado arriesgado enfrentarse abiertamente a los países industriales que son sus principales financiadores. Es difícil cuestionar esta afirmación.
Cierto, el UNEP ha modificado su actitud sobre el almacenamiento ilegal de residuos nucleares tras el tsunami del 26 de diciembre de 2006, en el sentido de que su informe ha señalado con más claridad que antes la amenaza del equilibrio ecológico y el peligro para los seres humanos mediante el almacenamiento descontrolado de la basura atómica. En efecto, el informe del UNEP se ocupa detalladamente de diversos aspectos de los efectos, especialmente de los residuos lavados en tierra, en los manglares de la costa, los arrecifes de corales, la pesca y el agua subterránea. En cambio, los daños sufridos ya por los seres humanos, algunos ya muertos, apenas se mencionan. Por lo demás, los autores se quejan de que no les fue posible investigar la situación in situ.
Indirectamente, ésta es también la justificación para las inocuas conclusiones del Informe UNEP, que, prácticamente, sólo se ocupan de los daños al medioambiente y la repercusión del calentamiento del clima sobre la diversidad biológica de Somalia.
Pero qué va a pasar con las personas, que son las víctimas de una actividad comercial sin escrúpulos, orientada exclusivamente por el beneficio, de eso nada dice el in forme UNEP. Nada se dice en absoluto de una condena de los instigadores que, sin el menor escrúpulo, sacrifican seres humanos y están empleados en convertir hoy un país, y mañana tal vez todo un continente, en un depósito de residuos radioactivos. ¿Pero qué se va a hacer si el precio por almacenar los residuos tóxicos cuesta 250 dólares USA la tonelada en Europa, mientras que en África sólo hay que pagar 2,5 dólares por la misma cantidad? Por lo demás, esto es lo que se deduce del Informe del UNEP.
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