A falta de una solución definitiva para la diabetes, la esperanza está en la tecnología, en crear un sistema que imite al páncreas y haga la vida más fácil a los pacientes. En los últimos años ha habido varios intentos para desarrollarlo, pero el páncreas artificial aún es más un deseo que una realidad. La Fundación para la Investigación en Diabetes Juvenil (JDFR) ha anunciado un acuerdo con dos compañías estadounidenses para desarrollar el primer dispositivo que, de verdad, podría llamarse páncreas artificial. La tecnología ya está a punto y podría estar preparada para su aprobación en menos de cuatro años.
Si todo se desarrolla según los planes previstos los diabéticos que utilicen el dispositivo se liberarían de los continuos controles de glucosa y de las tradicionales inyecciones de insulina. El dispositivo inteligente se ocuparía de casi todo: un detector continuo comprobaría el nivel de glucosa y una bomba de insulina le proporcionaría la cantidad de insulina que necesite en cada momento el paciente.
El beneficio es doble; no sólo mejora la calidad de vida de los diabéticos sino que se logra un control más estricto de la enfermedad con menos complicaciones. Algunas tan graves como el fallo renal o la ceguera.
Como un órgano vivo
Los diabéticos tipo 1 deben hacerse varios controles al día para comprobar las fluctuaciones que sufren sus cifras de glucosa. Estos análisis son incómodos para todos los enfermos, pero más aún cuando se trata de niños o de pacientes jóvenes.
Ya existen dispositivos, aprobados incluso en España, que se aproximan bastante a esta idea, aunque aún no son tan perfectos. Los sistemas más sofisticados avisan si el nivel de glucosa baja peligrosamente e incluso interrumpen el flujo de insulina si es necesario, aunque no eliminan por completo la intervención humana. El enfermo debe comprobar los niveles de glucosa y programar la bomba.
El nuevo proyecto tiene como objetivo liberar, casi por completo, a las personas con diabetes. La clave está en el desarrollo de un software muy sofisticado que conecte la bomba de insulina con el detector de glucosa y permita al páncreas artificial decidir sobre las necesidades de azúcar en sangre como si fuera un órgano vivo. Lo hará tanto de día como de noche.
«Esa es la magia, el poder conectar los dos dispositivos que trabajan de forma independiente», explicaba ayer a Reuters, Alan Lewis, presidente de la Fundación para la Investigación en Diabetes Juvenil de Estados Unidos.
La fundación invertirá 8 millones de dólares en los próximos tres años en este proyecto con el objetivo de tener una primera generación preparada para su autorización en menos de cuatro años. Esta organización lleva años trabajando en este proyecto con centros de investigación para desarrollar un dispositivo con menos ataduras para las personas con diabetes que ahora ya está listo para empezar a desarrollarse. Las compañías Johnson&Johnson y Animas participan en el proyecto.
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