Diversas maldiciones recorren la historia de México y aunque sólo unas cuantas han despertado el interés general y forman parte de la cultura popular, al revisarlas es curioso hallar arquetipos similares a los casos ocurridos en otros lugares, como la casa embrujada, el misterioso mal procedente de las pirámides, entre otros.
La maldición de la Malinche
Entregada a Hernán Cortés como regalo por los caciques de Tabasco, esta mujer sirvió al conquistador como intérprete y consejera en asuntos políticos. De acuerdo con quienes repudian a los españoles, su traición provocó una maldición para el pueblo de México que, a partir de la Conquista, ha brindado al extranjero todos sus bienes y riquezas, mientras muchos de los habitantes viven en la miseria.
La maldición de Chichen Itzá
Según una antigua leyenda maya, será maldito aquel que haga un uso profano de las pirámides. La historia salió a relucir en abril pasado cuando tres trabajadores que realizaban adaptaciones para el espectáculo del cantante Elton John en Chichén itzá sufrieron lesiones al colapsarse una estructura metálica de diez metros
La maldición de la Llorona
Las versiones de esta historia varían, pero la mayoría coincide en que se trató de una mujer de la época virreinal que asesinó a sus hijos como venganza por la traición de su esposo que la engañaba. Su castigo consistió en penar eternamente por las calles de México (aunque también se aparece en otras ciudades) gritando "¡Ay mis hijos!".
La maldición del cadejo
En la región del Soconusco, en Chiapas, se dice que todo hombre vive bajo la amenaza constante del cadejo, un perro maldito de color negro que se aparece de noche a los que se desvelan, para anunciarles la enfermedad y la muerte.
En otras versiones centroamericanas, el cadejo negro tiene un contrincante, el cadejo blanco, que bendice y protege a los humanos.
La maldición del Teatro Degollado
En la parte superior del foro más importante de Guadalajara, construido en el siglo XIX, aparece la figura de un águila con una cadena rota. Se supone que, cuando algo inmoral se presenta en escena, los eslabones se unirán activando un mecanismo para reducir el teatro a escombros y causar la muerte de actores y espectadores.
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