Monday, June 29, 2009

Demanda de Aceite de Palma pone en peligro a Orangutanes

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Esperando desentrañar los misterios del origen humano, el antropólogo Louis Leakey envió a tres jóvenes mujeres a África y Asia a estudiar a nuestros más cercanos parientes: Jane Goodall se fue con los chimpancés, Dian Fossey con los gorilas de montaña y Birute Mary Galdikas estudió a los orangutanes.


Casi cuatro décadas más tarde, Galdikas, de 62 años, la menos conocida de las tres, es la única que sigue en la tarea. Y los simios rojos que ella observa en Indonesia están al borde de la extinción porque las junglas en las que viven están siendo despejadas para crear lucrativas plantaciones de palma de aceite.


Galdikas teme que muchas preguntas jamás encontrarán respuesta: ¿Cuánto tiempo viven los orangutanes en la jungla? ¿Cuán lejos merodean los machos? ¿Y cuántas parejas tienen durante sus vidas?


"Yo trato de no deprimirme, trato de no sentirme abrumada", dice la científica canadiense, mientras coloca un sombrero sobre sus largos cabellos blancos en el Parque Tanjung Puting. Galdikas se inclina gentilmente para cargar a un pequeño orangután que quedó huérfano cuando su madre fue sorprendida en los cultivos.


"Pero cuando uno sobrevuela la zona comienza a entender el horror; no hay nada sino palmas de aceite en un área que una vez estuvo cubierta de frondosas selvas. En otras partes, hay tierras quemadas que ahora se extienden incluso dentro de los límites del parque".


La demanda de aceite de palma está aumentando en Estados Unidos y Europa porque es considerado una alternativa "limpia" al combustible fósil. Indonesia es el principal productor mundial de aceite de palma, y los precios han subido casi 70 por ciento en el último año.


Pero las plantaciones destruyen la jungla y crean una monocultura en la tierra, en la que no pueden sobrevivir los orangutanes. A lo largo de los años, Galdikas ha peleado con taladores, cazadores ilegales y mineros, pero nada ha representado una amenaza mayor para sus bebés que el aceite de palma.


Hay solamente entre 50 mil y 60 mil orangutanes en las junglas, 90 por ciento de ellos en Indonesia, dijo Serge Wich, un científico con La Fundación de Grandes Simios en Iowa. La mayoría viven en poblaciones pequeñas, aisladas, que no puede soportar por mucho más tiempo la destrucción de su hábitat.


Aproximadamente 5 mil 300 metros cuadrados de árboles están siendo talados cada hora. Y masivos incendios para despejar la selva han convertido al país en uno de los mayores emisores de dióxido de carbono.



Paraíso que se pierde


Tanjung Puting, que tiene una superficie de 4 mil 150 kilómetros cuadrados, está ubicado en el extremo sur de la isla de Borneo. Sus 6 mil orangutanes (una de las mayores poblaciones de esos simios en el planeta, junto a la del vecino Parque Nacional Sebanguh) son menos vulnerables a las enfermedades y los incendios.


Eso les ha permitido, hasta cierto punto, vivir y evolucionar como lo han hecho durante millones de años.


"Yo no soy alarmista", dice Galdikas, calmadamente, con el rostro levemente ceñudo. "Pero yo diría que si no se hace nada al respecto, a las poblaciones de orangutanes fuera de los parques nacionales les queda menos de 10 años de existencia".


Incluso Tanjung Puting no está completamente a salvo, en parte por una disputa entre el gobierno central, que defiende el mapa de 1996, y funcionarios provinciales, que presionan por el mapa de 1977, mucho más pequeño. Si las autoridades locales ganan la pelea, el parque pudiera verse reducido un 25 por ciento.


Galdikas, de ascendencia lituana, era una estudiante de antropología en la Universidad de California en Los Angeles en 1969 cuando Leakey, un profesor visitante, le propuso que hiciese el viaje a Indonesia. Ella le siguió los pasos a Goodall, que hoy dedica todo su tiempo a defender a los chimpancés, y Fossey, que fue brutalmente asesinada en su cabaña en Ruanda en 1985.


Dos años y medio después de ese contacto inicial con Leakey, ella y su esposo, Rod Brindamour, arribaron a Tanjung Puting y se establecieron en una primitiva choza de paja en el corazón de una de las regiones más biodiversas en el mundo, con millones de especies de plantas y animales.



Algunos hallazgos


Galdikas, que ha aparecido dos veces en la portada de la revista National Geographic, escribió una autobiografía, "Reflections of Eden" (Reflexiones del paraíso"), en la que describió cómo se enamoró de inmediato del sonido de las cigarras y se maravilló de los repentinos cambios de la luz que en un instante transformaban verdes y marrones apagados en tonos translúcidos de esmeralda.


Su primer reto fue encontrar a los esquivos y bien camuflados orangutanes entre árboles de más de 30 metros de altura. Pero eventualmente consiguió rastrearles, a veces durante varias semanas.


Descubrió allí que las hembras orangutanes dan a luz cuando tienen unos 15 años y a partir de entonces apenas una vez cada ocho o nueve años, lo que hace a la especie muy vulnerable a extinción. Además tienen una de las relaciones madre-hijo más intensas entre los mamíferos, permaneciendo inseparables durante los primeros siete u ocho años de vida.


Aunque los orangutanes son inicialmente gregarios, como adultos tienen a vivir solitariamente, buscando frutas y durmiendo. Orangután quiere decir "hombre del bosque".


Uno de los principales proyectos de Galdikas en la actualidad es su centro de rehabilitación en una aldea en las afueras de Tanjung Puting, donde viven ahora más de 300 animales que han quedado huérfanos cuando sus madres fueron matadas por trabajadores de las plantaciones de palma de aceite.


Con la desaparición de los bosques, los simios rojos se meten en las plantaciones, agarrando retoños recién plantados para comérselos.


"Muchos vienen aquí severamente heridos, sufriendo de desnutrición, y traumas sicológicos, emocionales e incluso físicos", dijo Galdikas en una tarde sabatina, mientras observa a miembros del personal preparar a seis jóvenes orangutanes que quedarán libres en la selva.


Es una recorrido de tres horas por caminos accidentados hasta el sitio donde quedarán en libertad. Para cuando llegan a su destino, está lloviendo y los últimos rayos de luz penetran débilmente las copas de los árboles.



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