Sunday, January 30, 2011

Las Tumbas de la ciudad bíblica de Ur

Su hallazgo es considerado uno de los grandes descubrimientos arqueológi­cos del siglo XX. Se trata de las tumbas reales de los reyes sumerios, que datan de los años 2450-2350 A.C.

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La primera investigación en la zona fue llevada a cabo por el cónsul británico en Basora James. E. Taylor, en 1854, como suge­rencia del Museo Británico.


Desde entonces se encontraron tablillas que indicaban que los restos pertenecían a la ciudad bíblica de Ur; sin embargo, esos datos no fueron suficien­tes para que se realizaran más excavaciones.


En el siglo posterior comenzó otra exploración para dar con ella, aunque fue muy complicada porque la estructura de las tumbas era totalmente desconoci­da y había múltiples datos de saqueos en la zona.

No fue sino hasta 1922 cuando comenzaron las excavaciones en busca de Ur.

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Los arqueólogos ingleses intentaban establecer el perímetro del muro con el que Nabucodonosor había rodeado los edificios sagrados de la ciu­dad en la primera mitad del siglo VI A. C. y entonces, en un área de la excavación donde no se esperaba encontrar nada, aparecieron algunas vasijas de cerámica y de piedra, pequeños objetos de bronce y elementos de collares de piedra dura.

El líder de la exploración, el arqueólogo sir Charles Leonard Woolley, de inme­diato intuyó que los objetos pertenecían a una necrópolis.

No obstante, debido a lo extraño de sus características, no podían datarse con precisión, por lo que Woolley decidió detener la excavación hasta investigar más y determinar a qué periodo histórico pertenecían. En 1927 los trabajos se reanudaron; pronto el inves­tigador descubrió el enorme cementerio que se encontraba al sur de la gran terra­za central de Ur, una antigua ciudad de Mesopotamia localizada cerca de Eridu y de la desembocadura del río Éufrates en el Golfo Pérsico.

Según la Biblia, Ur fue el lugar de nacimiento de Abraham. Se descubrió que las tumbas de ciudadanos comunes eran unas 2,000 y las reales sólo 16.

Las primeras estaban formadas por una fosa rectangular, los cadáveres yacían de costado, con las piernas dobladas y las manos recogidas sobre el pecho.

Por otro lado, las tumbas reales esta­ban intactas y contenían ornamentos de oro y piedras preciosas. De todas las sepulturas, destacaba la de la reina identificada como Puabi.

En su interior, además de los restos de ella, estaban los cuerpos de cinco hombres armados y diez mujeres acompañadas por un arpa rematada con la cabeza de un toro en oro.

La cámara contenía incluso un carruaje y los esqueletos de dos bueyes, lo cual indica que Puabi fue enterrada con su servidumbre y guardias.

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